Por Luis Torres Montero
Twitter: @Malapalabrero Nos encontramos en las eliminatorias al Mundial de fútbol Qatar 2022, y siguiendo partido tras partido, me puse a reflexionar sobre lo siguiente: que por muchos años (o décadas) se suele normalizar en la prensa deportiva diversos “apodos” a los jugadores de fútbol afroperuanos sin ningún cuestionamiento (si está bien, si está mal, si es correcto…) y ¡oh, abracadabra! descubrimos que esos apodos también encierran un universo simbólico muy cercano y amenazante del habla cotidiana con agresión étnica ¿Es el fútbol un ejemplo integrador entre sus comunicadores deportivos? Gallese, Ramos, Carrillo, son los jugadores nacionales que saltaron al gramado en el estadio de Quito en las Eliminatorias con miras a la Copa América; son los seleccionados afroperuanos que marcaban ese momento futbolístico de la selección peruana. Sufrieron con una goleada propinada por la selección de Colombia, en Lima, y ganaron en Ecuador rumbo a la clasificación de Qatar 2022. Lapadula pasa a Cueva. Gol. Advíncula, gol. Son dioses. El triunfo olvida las distancias, los límites, las diferencias, todos somos hermanos una vez que la pelota cruza el arco. Pero ¿si no es así? La historia de siempre: “negro de mierda”. Olvidado el amor y presente la animalización (analizado y explicado en el Observatorio afroperuano N° 2, pág. 16). Hay apodos y colores Con carga despectiva, según el momento futbolístico, se subrayan moldes de cualidades físicas emparentados con los animales según el fenotipo: puede ser una pantera, culebra, o foca. Los jugadores afroperuanos de la Selección peruana son una colección a la vista y paciencia de la sociedad que pasamos a identificar como una segregación pasiva y nada fina. Y en el Perú es más que en otros países, donde la animalización es menos extendida. Por citar un ejemplo, la agresión que tuvo el futbolista brasileño Neymar en Francia. El central Álvaro González Soberón, del Olimpique de Marsella, fue acusado de llamarlo ‘mono’. Lo negó públicamente, pero el brasileño siguió sosteniendo que fue insultado. Al traerlo a los apodos locales, nos interrogamos ¿Qué diferencia hay, por ejemplo, de llamar ‘mono’ a un jugador a etiquetarlo con ‘culebra’, ‘araña’, ‘foca’? Suenan a asolapadas variantes de un solo centro: la distinción del color y la forma hacia animales más oscuros. Esto no es normado, hasta el momento, por algún organismo de prensa, radio y televisión, y ante esta realidad deberían ser los propios medios deportivos que regulen dichos contenidos en el manual de los principios rectores del periodista deportivo, si es que lo tuviera, en un capítulo sobre la defensa de las poblaciones vulnerables. Divinos y malditos En el llamado deporte rey, según las circunstancias y ánimos sale a relucir lo peor de la intolerancia contenida en siglos de dominación de una zona de poder étnico. Ya sea de cualquier origen, los estratos socioeconómicos no importan cuando se trata de mensajes irradiados por la televisión, cimentados en el fondo del inconsciente que salen de impulsos violentos. Cuando pierden los futbolistas dejan de pertenecer a ese Partenón divino de sus cualidades para pasar a ser el “negro que no piensa pasado las doce” de la decepción. Los futbolistas pasan por agua tibia estos apelativos sin darse cuenta que tiene una carga insultante. La interiorización es lo que viene después, es la normalización del hombre/animal que nos descubre como elementos del insulto. La deshumanización es cuestión de tiempo. El “tenía que ser negro” : “es un negro provenir”, la ambivalencia entro lo malo y lo bueno, el fracaso. Son de los más variados calificativos que se sorteaban (y sortean aún) en titulares de la prensa deportiva y en el habla popular. Pero sin duda, sería bueno reflexionar y sincerar qué hay detrás de estos apelativos. Presentadores deportivos Los términos “animalizantes” están restregados en la literatura de la prensa peruana; está en sus columnistas deportivos, titulares, trascendidos, y hasta en las conversaciones entre comentaristas deportivos radiales o televisivos; hay un aspecto del hombre común que cree que el ser criollo es auparse en la etnia para saltar hacia la comicidad. En la televisión normalizan estas chapas o apodos, vean por ejemplo cualquier encuentro entre Philip Butters y Elejalder Godos, para comprobar que uno acomete con ‘cariño’ señalizaciones de color mientras que el otro se ofende cuando le dicen ‘zambo’. Rugidos de pantera de intolerancia Carlos Cáceda, el arquero del FBC Melgar que resguarda el puesto de Luis Gallese en la bicolor tiene el apodo que remite a la fuerza de un felino de la selva. La interpretación de sus cualidades es fulminante. Es más, dicho apelativo ¿Es por las características de un felino estirándose bajo los tres palos o es por la distinción de la luz en su pelaje, llámese pigmento de piel?. Es el negro el real sentido de la palabra que etiqueta a un jugador afrodescendiente escondido en la esquina del televisor, radio, o periódico. Está claro que el color del animal de una pantera es el principal distintivo en la familia de los félidos. Una araña muy grande Una araña peculiar es peluda, grotesca, grande, esa es la caracterización que le da cierta prensa al arquero titular de la selección peruana, Pedro Gallese, cruzando el límite de lo común: una ‘tarántula’ es la sobredimensión de cualquier arácnido. Es difícil imaginarse una tarántula blanca, mucho menos roja, o naranja. Habría que ver que significa una tarántula en los niños para saber que, más allá de lo inofensivo que pueda ser con la mordedura conlleva el miedo en todos sus aspectos si es que uno la ve cerca y más si eres un infante. La extrañeza de sus formas y los pelos crecidos de sus miembros de este tipo de araña te hacen verlo como una otredad muy extraña, casi monstruosa. Gallese, entre dreadlocks y el talento al sacar balones de gol no se lo merecen. De la animalización a la cosificación Al defensa de la César Vallejo, de Trujillo, Christian Ramos, le llaman ‘la sombra’; ya no es la etiqueta de un animal, ahora es la característica de cualquier cuerpo u objeto frente a la proyección de la luz contra su lado, es decir la atención acapara lo que no es el cuerpo mismo. No hace falta mencionar que este apelativo invisibiliza cualquier posibilidad de rasgos, anulando una individualidad, ni siquiera es un ser viviente, sino la prolongación de uno. Sólo piensenlo. Se arrastra por el suelo ¿Puede una culebra ser el sinónimo de algo positivo? Un animal que se arrastra por el suelo y tiene la mirada amenazante, cercana a la imaginería cristiana como el símbolo del mal; queda en la incertidumbre si es realmente un valor positivo, más aún si es André Carrillo, ex jugador del Alianza Lima y ahora en el fútbol árabe con el Al- Hilal. Su regate, finta, técnica, lo ensalzan y no precisamente por los movimientos al acecho de una presa. Una foquita El caso del apodo de Jefferson Farfán, jugador del Alianza Lima, es heredado de generación en generación, el traslado del relato de la ofensa; es por su tío, también conocido, que lo atraparon también con la ‘chapa’ de un ser marino, que palmotea, pero que además y sobre todo es la zoomorfización de lo ingenuo e inofensivo, porque eso es una foca, o ‘la foquita’, una figura del zoológico o del circo que brinda espectáculo, y el diez, el jugador de la calle, es minimizado por esa sentencia heredada de la familia, como si el racismo y las cadenas aún fueran irrompibles. Prensa peruana, periodistas deportivos en particular: esto lo vemos diariamente si uno se detiene a analizarlos, y encuentra marcados apelativos que legitiman el racismo, desconociendo la lucha diaria de afrodescendientes y diversos colectivos en la región por una sociedad más inclusiva, respetuosa de la diversidad y la interculturalidad, porque de eso se trata justamente la celebración del Bicentenario: un afirmación de todas las sangres en el Perú. Nota: Lundu difunde los artículos de autoría de nuestras invitadas e invitados. Las opiniones vertidas son de exclusiva responsabilidad de sus autores y no representan, necesariamente, el pensamiento de la institución. Los comentarios están cerrados.
|