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La violencia obstétrica también es violencia racista

4/27/2022

 
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Por Sara Indira R. Zubillaga

Desde el activismo en Perú por el derecho al aborto seguro (1) y al cuidado de la salud menstrual (2) veo de cerca operar mecanismos para el control de los cuerpos y los procesos sexuales y reproductivos de las mujeres, las transmasculinidades y las personas de género no binario asignades mujeres al nacer. Tales dispositivos se expresan con profunda deshumanización en todo ámbito de la vida en sociedad. Especialmente en el área del cuidado de la salud, y de la salud sexual y reproductiva de quienes son afroperuanas, indígenas, y racializadas. 

Un desprecio por nuestra vida que se repite transgeneracionalmente, marcado por la brutal colonización y sus consecuencias hasta la actualidad. Nuestros cuerpos han sido mutilados para fines de un conocimiento que nos es ajeno, al que no podemos acceder por pobreza, marginalidad, exclusión, racismo (3).
 
¿Quién es quién en el servicio de salud? 
En la realidad peruana, el cuidado de la salud sexual y reproductiva significa muchas cosas a la vez para quienes lo buscan: un derecho, una necesidad, un tabú, un privilegio, y también un campo de batalla. 

“Como te ven te tratan”, así se resume la exclusión en cada experiencia. Ese “verte” desde otro que te juzga y examina para decidir si “mereces” un trato humano en el servicio de salud, se relaciona directamente con el “valor social” que se atribuye a las identidades que cruzan a cada persona. 

En Perú, como efecto de la brutal colonización, las experiencias de discriminación son profundamente diferenciadas. Marcadas por la discriminación y exclusión en el género y poder que se distingue tradicionalmente entre quienes ejercen como proveedores de salud, y quienes acuden por atención al servicio de salud sexual y reproductiva. De este “choque” son las últimas las que llevan la peor parte, ya que el sistema sanitario se amalgama con las prácticas sociales y culturales del racismo y el patriarcado. Todo ello en un escenario en el que quienes son racializadas se constituyen como una otredad dentro de esa otredad que representan las mujeres en su universalidad (4).
 
Este “ser otra”, múltiples veces, es carecer de las capas de poder que permiten sortear, la verticalidad del ámbito biomédico. Es tener diversas historias y marcas socio corporales de etnia/raza, clase, estatus migratorio, edad, sexualidad, etc., y que eso se interprete como el no poder conducirse con capacidad de saber y decidir, porque ocupan -ocupamos- el sitio del objeto de estudio (5). 

¿Quiénes nos quedamos sin voz? La violencia obstétrica como una violencia inexistente
En la violencia obstétrica (6) hacia las mujeres afroperuanas, indígenas y racializadas se entrecruza el racismo, la misoginia y es parte de la apropiación del cuerpo de las mujeres que se expresa en el abuso, negando capacidad de decidir libremente.

La violencia obstétrica (7) es producto de la intersección de la violencia estructural de género y la violencia institucional en salud (Aleman, 2011) y al igual que otras formas de violencia contra las mujeres ha permanecido mucho tiempo invisible, no reconocida. (Al Adib Mendiri, 2017) (9).

La violencia obstétrica se sustenta en “el ejercicio del “poder obstétrico”, un poder disciplinario que opera desde la construcción social del género, en un entramado encarnado a su vez desde la raza, la clase y la edad, en el marco de sociedades sexistas”  (Ochoa, 2017), como es el caso peruano.

A continuación, comparto las voces de mujeres racializadas (10) quienes cuentan su experiencia de atención de salud gineco obstétrica:

“La primera vez que fui a un ginecólogo fui sola, y por iniciativa propia y él no me trató bien. Tampoco mal, normal. Así lo verbalicé en su momento porque no fue amable. Ahora sé que, además, no me dio información basada en evidencia y sobre todo fue negligente. Era un centro de salud privado y hasta donde supe ‘aliado’ , pero nada de eso me protegió. Con los años supe que la prescripción de anticonceptivos que me dio, influyó muy negativamente en mi cuerpo, por tener tendencia a desarrollar tumores estrógeno dependientes (11). Él no me preguntó nada, no me miró a la cara, me dio la receta en tres minutos. Yo la consumí sin cuestionamientos ‘     era un médico, seguro sabría’      No. No sabía, no parecía interesarle tampoco.”
Mujer adulta (34) afroperuana de Lima

“En esa época, yo quería tener más hijos, por eso me esperé     , porque me había dicho el médico que tenga a mis hijos antes de que me operen de los miomas, porque de ahí me iban a tener que sacar todo. Y así fue años después, cuando mi hijita tenía 8 años. Lo que no sabía es que de haberme operado antes hubiera podido quedarme con mi útero, era algo que hubiera querido saber, pero nadie me decía nada. Solo me decían que tenía que tener primero mis hijos.”
Mujer adulta (55) afroperuana de Lima
 
“Yo fui, y en la puerta de la posta nomás me detuvieron. El de la puerta me hizo muchas preguntas de mala manera. Había demorado horas en llegar, porque Santa Rita está a 2 horas en la Interoceánica . Pero no les importa, te maltratan. Entro al médico, tarde porque me demoraron con todo eso en la puerta, y él me resondra malhumorado, ni cinco minutos me miro, al final yo no volví a la siguiente cita.”
Mujer gestante adulta joven (25) de Madre de Dios
 
En todas las experiencias narradas no hay cabida al intercambio entre interlocutores que se encuentran en igualdad de condiciones y que tienen la obligación de dar explicaciones para luego tomar decisiones conjuntas. Si a ello se suman otras características como la edad, hay mayor vulnerabilidad. A ello se añade la revictimización característica en la que toda la responsabilidad recae en “esas mujeres” ya sea por ignorancia o por irresponsabilidad.

Analizando con detalle ese universo llamado “las mujeres” veremos que hay diferencias profundas en las dinámicas de exclusión y en los efectos psicológicos que dejan las experiencias de violencia obstétrica, ya que provoca en muchos casos, el rechazo a la atención en salud.
Responder a estos escenarios es literalmente vital. Por lo tanto, es una exigencia al Estado y gobierno peruano, así como a su sistema sanitario y quienes prestan servicio. Pero también a la sociedad en su conjunto y que al regirse por prácticas machistas y racistas nos plantea la necesidad de visibilizar la diversidad y recurrencia de situaciones de violencia en el ámbito de la salud sexual y reproductiva.  La vigilancia, la visibilización y la denuncia son parte del camino que seguimos recorriendo por la garantía de nuestro derecho a la salud integral.
 
(1) https://porlalibreinformacion.org/
(2) https://www.facebook.com/somosmenstruantes/
(3) ¿Conoces el espéculo? Esta es una herramienta famosa e indispensable en ginecología. Fue creado en su versión moderna por James Marion Sims, un misógino, racista y violento, considerado el padre de la ginecología. Mas información en: https://afrofeminas.com/2019/11/22/ginecologia-moderna-y-experimentacion-con-mujeres-negras/
(4) Las mujeres afroperuanas en comparación a las mujeres blancas y mestizas tienen limitadas oportunidades para el acceso a servicios de salud como consecuencia de la exclusión derivada del racismo, sexismo y las deficiencias en la implementación de un marco regulatorio que combata la discriminación de manera interseccional.
(5) No es menor esta dimensión en un territorio como el peruano en el que uno de los peores crímenes perpetrados en la historia de la República se ha dado justamente en los servicios de salud públicos a nivel nacional, por parte de proveedores de salud, contra mujeres en su mayor parte indígenas, racializadas y empobrecidas. A través de una política eugenésica de esterilización forzada que literalmente buscó exterminar la pobreza, a costa de la vida y salud integral de miles de mujeres y hombres indígenas y racializados. Mas información en: www.bbc.com/mundo/noticias/2015/11/151108_esterilizaciones_forzadas_historias_interes_nacional_peru_bm
(6) Es común que las mujeres que han sobrevivido violencia obstétrica, además de ser revictimizadas dentro del sistema de atención en salud, sean culpabilizadas por miembros de sus comunidades y familias. En la confrontación entre sus testimonios y el relato institucional, las mujeres tienen –en la mayoría de los casos- una baja probabilidad de ganar. Y esta situación, normalizada e impune, nos revela también el modo en que se construye el conocimiento dentro de ciertos espacios altamente jerarquizados, como lo son los hospitales y centros de salud. (Ochoa, 2017).
(7) Para (Gherardi, 2016)la violencia obstétrica puede contener formas de violencia psicológica, que incluye el trato deshumanizado, grosero, burlón, discriminatorio, humillante, ya sea cuando la mujer solicita asesoramiento o requiere atención, o durante el transcurso de una práctica obstétrica. Asimismo, incluye toda conducta, acción u omisión, realizada por personal de la salud, como la omisión de información o la falta de transparencia activa en el deber de informar a la mujer (y/o sus familiares) de un modo comprensible y adecuado —por parte del personal de salud— respecto de las decisiones que se van tomando en el transcurso del cuidado de la salud.
(8) Esta manifestación de violencia abarca los procesos de atención del embarazo, parto y puerperio, así como de las mujeres en situación de aborto, salud menstrual, entre otros relacionados.
(9) Al Adib Mendiri, 2017.
(10) Estos testimonios fueron recogidos en el marco de la compilación de testimonios para el artículo: “Reconociendo el racismo en la violencia obstétrica, reflexiones desde Perú.”
(11) El término racializada refiere a alguien que recibe un trato discriminatorio por la desvaloración que la sociedad peruana atribuye a sus características raciales.

¿La animalización en la prensa deportiva?

4/27/2022

 
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Por Luis Torres Montero
Twitter: @Malapalabrero

Nos encontramos en las eliminatorias al Mundial de fútbol Qatar 2022, y siguiendo partido tras partido, me puse a reflexionar sobre lo siguiente: que por muchos años (o décadas) se suele normalizar en la prensa deportiva diversos “apodos” a los jugadores de fútbol afroperuanos sin ningún cuestionamiento (si está bien, si está mal, si es correcto…) y ¡oh, abracadabra! descubrimos que esos apodos también encierran un universo simbólico muy cercano y amenazante del habla cotidiana con agresión étnica ¿Es el fútbol un ejemplo integrador entre sus comunicadores deportivos? 

Gallese, Ramos, Carrillo, son los jugadores nacionales que saltaron al gramado en el estadio de Quito en las Eliminatorias con miras a la Copa América; son los seleccionados afroperuanos que marcaban ese momento futbolístico de la selección peruana. Sufrieron con una goleada propinada por la selección de Colombia, en Lima, y ganaron en Ecuador rumbo a la clasificación de Qatar 2022. Lapadula pasa a Cueva. Gol. Advíncula, gol. Son dioses. El triunfo olvida las distancias, los límites, las diferencias, todos somos hermanos una vez que la pelota cruza el arco. Pero ¿si no es así? La historia de siempre: “negro de mierda”. Olvidado el amor y presente la animalización (analizado y explicado en el Observatorio afroperuano N° 2, pág. 16).

Hay apodos y colores
Con carga despectiva, según el momento futbolístico, se subrayan moldes de cualidades físicas emparentados con los animales según el fenotipo: puede ser una pantera, culebra, o foca. Los jugadores afroperuanos de la Selección peruana son una colección a la vista y paciencia de la sociedad que pasamos a identificar como una segregación pasiva y nada fina. Y en el Perú es más que en otros países, donde la animalización es menos extendida.

Por citar un ejemplo, la agresión que tuvo el futbolista brasileño Neymar en Francia. El central  Álvaro González Soberón, del Olimpique de Marsella, fue acusado de llamarlo ‘mono’. Lo negó públicamente, pero el brasileño siguió sosteniendo que fue insultado.

Al traerlo a los apodos locales, nos interrogamos ¿Qué diferencia hay, por ejemplo, de llamar ‘mono’ a un jugador a etiquetarlo con ‘culebra’, ‘araña’, ‘foca’? Suenan a asolapadas variantes de un solo centro: la distinción del color y la forma hacia animales más oscuros. Esto no es normado, hasta el momento, por algún organismo de prensa, radio y televisión, y ante esta realidad deberían ser los propios medios deportivos que regulen dichos contenidos en el manual de los principios rectores del periodista deportivo, si es que lo tuviera, en un capítulo sobre la defensa de las poblaciones vulnerables.

Divinos y malditos
En el llamado deporte rey, según las circunstancias y ánimos sale a relucir lo peor de la intolerancia contenida en siglos de dominación de una zona de poder étnico. Ya sea de cualquier origen, los estratos socioeconómicos no importan cuando se trata de mensajes irradiados por la televisión, cimentados en el fondo del inconsciente que salen de impulsos violentos. Cuando pierden los futbolistas dejan de pertenecer a ese Partenón divino de sus cualidades para pasar a ser el “negro que no piensa pasado las doce”  de la decepción. 

Los futbolistas pasan por agua tibia estos apelativos sin darse cuenta que tiene una carga insultante. La interiorización es lo que viene después, es la normalización del hombre/animal que nos descubre como elementos del insulto. 

La deshumanización es cuestión de tiempo. El “tenía que ser negro” : “es un negro provenir”, la ambivalencia entro lo malo y lo bueno, el fracaso. Son de los más variados calificativos que se sorteaban (y sortean aún) en titulares de la prensa deportiva y en el habla popular. Pero sin duda, sería bueno reflexionar y sincerar qué hay detrás de estos apelativos.

Presentadores deportivos
Los términos “animalizantes” están restregados en la literatura de la prensa peruana; está en sus columnistas deportivos, titulares, trascendidos, y hasta en las conversaciones entre comentaristas deportivos radiales o televisivos; hay un aspecto del hombre común que cree que el ser criollo es auparse en la etnia para saltar hacia la comicidad.

En la televisión normalizan estas chapas o apodos, vean por ejemplo cualquier encuentro entre Philip Butters y Elejalder Godos, para comprobar que uno acomete con ‘cariño’ señalizaciones de color mientras que el otro se ofende cuando le dicen ‘zambo’.

Rugidos de pantera de intolerancia
Carlos Cáceda, el arquero del FBC Melgar que resguarda el puesto de Luis Gallese en la bicolor tiene el apodo que remite a la fuerza de un felino de la selva. La interpretación de sus cualidades es fulminante. Es más, dicho apelativo ¿Es por las características de un felino estirándose bajo los tres palos o es por la distinción de la luz en su pelaje, llámese pigmento de piel?.

Es el negro el real sentido de la palabra que etiqueta a un jugador afrodescendiente escondido en la esquina del televisor, radio, o periódico. Está claro que el color del animal de una pantera es el principal distintivo en la familia de los félidos. 


Una araña muy grande
Una araña peculiar es peluda, grotesca, grande, esa es la caracterización que le da cierta prensa al arquero titular de la selección peruana, Pedro Gallese, cruzando el límite de lo común: una ‘tarántula’ es la sobredimensión de cualquier arácnido. Es difícil imaginarse una tarántula blanca, mucho menos roja, o naranja. Habría que ver que significa una tarántula en los niños para saber que, más allá de lo inofensivo que pueda ser con la mordedura conlleva el miedo en todos sus aspectos si es que uno la ve cerca y más si eres un infante.

La extrañeza de sus formas y los pelos crecidos de sus miembros de este tipo de araña te hacen verlo como una otredad muy extraña, casi monstruosa. Gallese, entre 
dreadlocks y el talento al sacar balones de gol no se lo merecen.


De la animalización a la cosificación
Al defensa de la César Vallejo, de Trujillo, Christian Ramos, le llaman ‘la sombra’; ya no es la etiqueta de un animal, ahora es la característica de cualquier cuerpo u objeto frente a la proyección de la luz contra su lado, es decir la atención acapara lo que no es el cuerpo mismo. No hace falta mencionar que este apelativo invisibiliza cualquier posibilidad de rasgos, anulando una individualidad, ni siquiera es un ser viviente, sino la prolongación de uno. Sólo piensenlo. 

Se arrastra por el suelo
¿Puede una culebra ser el sinónimo de algo positivo? Un animal que se arrastra por el suelo y tiene la mirada amenazante, cercana a la imaginería cristiana como el símbolo del mal; queda en la incertidumbre si es realmente un valor positivo, más aún si es André Carrillo, ex jugador del Alianza Lima y ahora en el fútbol árabe con el Al- Hilal. Su regate, finta, técnica, lo ensalzan y no precisamente por los movimientos al acecho de una presa.

Una foquita
El caso del apodo de Jefferson Farfán, jugador del Alianza Lima, es heredado de generación en generación, el traslado del relato de la ofensa; es por su tío, también conocido, que lo atraparon también con la ‘chapa’ de un ser marino, que palmotea, pero que además y sobre todo es la zoomorfización de lo ingenuo e inofensivo, porque eso es una foca, o ‘la foquita’, una figura del zoológico o del circo que brinda espectáculo, y el diez, el jugador de la calle, es minimizado por esa sentencia heredada de la familia, como si el racismo y las cadenas aún fueran irrompibles. 

Prensa peruana, periodistas deportivos en particular: esto lo vemos diariamente si uno se detiene a analizarlos, y encuentra marcados apelativos que legitiman el racismo, desconociendo la lucha diaria de afrodescendientes y diversos colectivos en la región por una sociedad más inclusiva, respetuosa de la diversidad y la interculturalidad, porque de eso se trata justamente la celebración del Bicentenario: un afirmación de todas las sangres en el Perú.


Nota: Lundu difunde los artículos de autoría de nuestras invitadas e invitados. Las opiniones vertidas son de exclusiva responsabilidad de sus autores y no representan, necesariamente, el pensamiento de la institución.

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